viernes, 7 de enero de 2011

En "El área 18" de Roberto Fontanarrosa, confieso que he leído

"…Fue cuando sucedió. La expresión y el denuedo de Garfagnoli en el acoso tuvo, por una vez, su premio. Se lanzó en el aire con sus combadas piernas al frente y atrapó entre ellas el balón y el botín derecho de un rival. Tres hombres cayeron sobre él cuando el sudamericano aún no había recobrado la vertical. Pero el contacto con el cuero de la pelota inyectó bravura al argentino y rebotó en el césped como un resorte. Pisó el balón y lo retrotrajo por detrás de su pierna izquierda, lo impulsó apenas hacia delante con la punta del botín y de inmediato lo volvió a sepultar bajo la suela de su zapato diestro para devolverlo al lugar de partida de la misma forma en que un gato podría juguetear con un ratón moribundo. La parte superior del torso del argentino se insinuó hacia la derecha como para emprender la carrera pero fue tan solo una finta, la ilusión de un movimiento, el espectro móvil de una intención. La cintura tornó a quebrarse y Garfagnoli salió limpio hacia su propio campo con el balón misteriosamente adosado a la capellada de su botín derecho. Todo duró menos de dos segundos…" 

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